Reseña de cine: El Hobbit (la trilogía).
Es
innegable que la trilogía de El Señor de los Anillos marcó
un antes y un después en el cine de fantasía épica, hasta el punto
de lograr que una de las entregas de la misma, la tercera en
particular, se convirtiese en una de las películas más oscarizadas
de la historia con once estatuillas, empatando así con Titanic
y Ben-Hur. Toda
una proeza. No era de extrañar, por tanto, que Peter
Jackson se afanase en lanzar
una nueva trilogía con el libro El Hobbit,
precuela de El Señor de los Anillos.
El
Hobbit no está al mismo nivel
que El Señor de los Anillos,
eso es innegable. Pero no resulta extraño, no si tenemos en cuenta
que la trilogía original era la adaptación de una trilogía de
libros mientras que la otra lo era de un único libro que, además,
en extensión resulta por sí mismo menor que cualquiera de los de El
Señor de los Anillos. Pero
Peter Jackson no
estaba dispuesto a renunciar a lo que estaba claro que era un buen
negocio, aunque ello supusiese estirar la historia y añadir rellenos
e incluso viejos personajes, como era el caso de Legolas.
Pese
a lo dicho, la trilogía de El Hobbit tiene
tanto cosas buenas como cosas malas, naturalmente. Las tres películas
son todo un espectáculo visual, a fuerza de mostrar paisajes
imposibles, dragones y muchos otros elementos propios de la fantasía
más clásica. También supone para el espectador el regreso al mundo
creado por Tolkien hace ya tanto, tantísimo tiempo. En el
primer filme inician las aventuras de Bilbo como compañero
del nutrido y divertido grupo de enanos y del mismísimo Gandalf,
aventura que los llevaría a vérselas con arañas gigantes, elfos,
humanos, trasgos… y con Smaug, el dragón antagonista de la
historia (o, al menos, lo era en el libro). Si bien es cierto que el
ritmo de la historia resulta algo lento, no lo es menos que tanto la
trama original como los añadidos dan como resultado una historia
divertida, entretenida y repleta de aventuras.
Bien,
es cierto que abunda el relleno y que en ocasiones la historia se
hace lenta, pero eso no significa que la trilogía sea un plano
espectacular tras otro y que el espectador, aficionado o no a la
fantasía, pueda sentirse de nuevo como un niño ante las trastadas y
los muchos toques de humor que caracterizan a los divertidos enanos.
Por no hablar de un Bilbo Bolsón magistralmente interpretado
por Martin Freeman, que demuestra a los espectadores,
acostumbrados como están a los cuatro de El Señor de los
Anillos, que no todos los hobbits son tontos como piedras. Por
otra parte, hay que observar que el relleno del que hace gala la
película demuestra un magnífico conocimiento del mundo de El
Señor de los Anillos por parte de los guionistas, así como un
profundo respeto por la obra de tan insigne escritor. Incluso podemos
entrever El Silmarillion en
algunos añadidos. Por otra parte, la batalla de la película final
entre enanos, humanos, elfos y trasgos rezuma épica en cada escena.
Personalmente no pido más a una película de este género.
En
cualquier caso lo que es cierto es que El Hobbit nos ofrece la
oportunidad de regresar a uno de los mundos de fantasía más famosos
de la literatura, así como de vivir nuevas aventuras entre
canciones, carcajadas y barriles de cerveza. ¡Que vivan los enanos!
P.D. Os habéis dado cuenta ya de dónde sale el título del blog, ¿verdad?
Joaquín Sanjuán
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